domingo, 17 de agosto de 2008

LA COSA

El diccionario Océano define COSA como todo lo que tiene entidad, ya sea corporal o espiritual, natural o artificial, real o abstracta. También la define como sinónimo de asunto, cuestión, tema, idea, acción o dicho. En una acepción negativa es equivalente a nada. Por su parte, el diccionario de la Real Academia nos dice que COSA es todo lo que es o existe y la define en contraposición a persona.
No hay duda de que la palabra COSA puede significar mucho o nada según se utilice. El problema es que usada en demasía puede llevar a confusiones, a veces leves y otras no tanto. Y como quien no quiere la cosa, vamos entrando en ese mundo complejo y difícil de las cosas indefinidas.
Por ejemplo, cuando una madre reprende a su hijo y le dice que levante las cosas del piso de su dormitorio, seguro que el pobre niño entrará en confusión, ya que la instrucción es tan vaga que no sabe si recoger la ropa, los juguetes, la mochila, los libros, además de las pelotas, la alfombra, las maceteras y una que otra piedra singular que encontró, por cosas del destino, a la orilla del río.
Igual problema le resulta al esposo cuando muy solícito, invita a su esposa al cine y comete el desliz de preguntarle cual película le gustaría ver. Inmediatamente vendrá la consabida respuesta de cualquier cosa, lo que deja al esposo al borde del precipicio, pues si la lleva a ver la película que él había preseleccionado, seguro tendrá una cara dura al final, porque la cualquier cosa significa una otra película, justo aquella romántica que él detesta ver. En este caso, mejor aclarar las cosas antes de entrar a determinada sala cinematográfica.
Lo mismo sucede si, por galantería, el mismo esposo invita a su mujercita a comer afuera y nuevamente peca de amable y pregunta que le gustaría comer. La respuesta invariable será: cualquier cosa. Entonces el emocionado enrumbará hacia su restaurante favorito. Una vez ya sentados, vendrá la recriminación: las cosas de este restaurante no me gustan, las cosas aquí son grasosas y le van mal a mi figura, o la consabida yo quería cualquier cosa, pero en otra parte. No se le ocurra al esposo hacer el chiste de que el menú no ofrece cualquier cosa, eso le traerá graves consecuencias a la hora de acostarse y esperar postre.
La palabrita es tan envolvente y al mismo tiempo tan vaga, que cuando uno pregunta a su hijo que hizo en la escuela, la respuesta segura será: un montón de cosas. Como uno es curioso, tratará de obtener un poco más de especificidad, para cumplir con aquello de la comunicación padre-hijo, pero será muy difícil obtener más información. Si uno es insistente, la próxima respuesta será: fueron tantas cosas, que ya ni me acuerdo.
Si uno le pregunta a alguien: ¿qué cosa le trae por aquí? podría obtener respuestas tan diversas como el automóvil, la moto, la bicicleta, los pies, el chofer, el autobús, el camino, el destino, el deseo de verlo; en fin, un cúmulo de cosas posibles. Este asunto de la cosa ha llegado al extremo de que muchas cosas, que tienen su nombre particular, parecen haber perdido su identidad por desuso y haber caído en el agujero negro de las cosas indefinidas.
Debe ser por su vaguedad, que los políticos hablan de la cosa pública, así no corren el riesgo de tener que especificar, por su nombre y apellido, lo que hacen o dejan de hacer. De hecho pareciera que hacen poca cosa o cualquier cosa, menos resolver los problemas de las mayorías. De hecho, pasan metidos de cosa en cosa.
Y para finalizar, como dijo el gran filósofo cubano Tres Patines: ¡Cosa más grande es la vida… chico!